Bremerhaven

 ¡Hola a todos! ¡Esperamos que estén muy bien! Nosotros, muy bien también, pero hoy, un poco más cansados ya que fue un día largo, en que caminamos mucho.   

 A las 9:30 de la mañana tomamos un tren rumbo al norte y, en 50 minutos, llegamos a Bremerhaven.

 



Nuestro primer destino fue el Klimahaus Bremerhaven 8° Ost, en español, Casa del Clima Bremerhaven 8° Este, un museo científico e interactivo dedicado al clima del mundo y, desde mi perspectiva, un imperdible de Alemania.  Está tan bien documentado y ambientado que es imposible no interesarse por todo lo que tiene para mostrar.



Su nombre deriva de que el museo está ubicado a en el meridiano 8° Este y nos invita a hacer un recorrido por otros lugares de la tierra que se encuentran en la misma ubicación o en su contraparte, el meridiano 172° Oeste, representando, cada una de ellas, las diferentes zonas climáticas de la tierra. Las ciudades visitadas son Bremerhaven, en Alemania; Isenthal, en los Alpes Suizos, Cerdeña en Italia, Kanak, en Níger; Ikengee, en Camerún; Tierra de la reina Maud, en la Antártida; Satotoa en Samoa; Isla San Lorenzo en Alaska, Estados Unidos y Hallig Langeness, en Alemania.


 





La exposición está dividida en cuatro secciones, Reise(viaje) Elemente (elementos), Perspektiven (perspectivas), y Chancen (oportunidades) que se complementan entre sí.

El recorrido está pensado en ir conociendo esas ciudades, entendiendo su cultura, costumbres y, en general, la forma de vida en esos lugares. Además, en cada caso, se reproduce el paisaje, la flora, la fauna y el clima, de manera que uno siente los 35°C de Samoa o los varios bajo cero cuando se cruza la Antártida. En cada país hay una familia o persona anfitriona que, en videos y fotografías, va contando cómo es vivir en esos ambientes. En el camino, se pueden ir desarrollando, además, diferentes actividades, que nos llevan a conocer más del tema que se está tratando.













En el sector de Los Elementos se relaciona el clima con la atmósfera y se puede interactuar con juegos  para entender cómo se producen algunos fenómenos naturales, por ejemplo, las tormentas.

En Perspectivas y Oportunidades, se hace hincapié en el cambio climático y se entregan nociones de cómo cada uno de nosotros puede aportar en la conservación de nuestro planeta.






Todos nos divertimos mucho en este museo y ocupamos prácticamente toda la mañana visitándolo, quedando con la sensación, eso sí, de que a pesar de que le dedicamos mucho tiempo, quedó bastante más por visitar todavía.

Desde ahí nos fuimos a comer algo y, a las dos de la tarde, nos encontramos en la puerta del Deutsches Auswanderer Haus o, dicho en español, el Museo de Emigrantes.





El museo recrea el Puerto de Bremerhaven y los barcos en que viajaban las personas que, entre los años 1830 y 1974, decidieron buscar una nueva vida en lugares lejanos, como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Chile o Israel, entre otros.

Con unas pocas maletas, pero llenos de ilusiones, más de 7 millones de personas, provenientes de toda Europa, zarparon rumbo a una nueva vida. Debieron enfrentarse al miedo e inseguridad, viendo en este viaje una alternativa para superar la pobreza en la que estaban sumergidos.

En el recorrido se puede ver el puerto con el barco al frente. Personas, representadas en maniquíes de tamaño real, los acompañan desde tierra, con expresiones de dolor, y alegría a la vez, sabiendo que seguramente, ésta será su última despedida.







Al subir al barco, se pueden observar las condiciones del viaje, los dormitorios y lugares de encuentro y recreación de los diferentes espacios, separados según las clases sociales de los viajeros, llamando la atención las diferencias entre unos y otros.





Le sigue en la presentación la alegría de la llegada a destino y las difíciles pruebas que debían sortear, nuevamente, haciendo la diferencia entre unos y otros inmigrantes. Finalmente, quienes eran aceptados en el nuevo país, debían comenzar a rearmarse nuevamente, la mayoría de las veces, sin apoyo alguno. El resto, los no aceptados, debían volver a embarcar para retornar a su país de origen.  

Se muestra también los oficios que adquirieron los inmigrantes, ya sea como comerciantes, operarios de fábricas, u otros, en los que generalmente quedaban expuestos a condiciones de vida que no distaban demasiado de aquellas de las que trataban de escapar. A pesar de eso, la vida se les presentaba mejor, ya que, al tener un empleo o actividad remunerada, podían proyectarse hacia un futuro mejor. Se analizan también los problemas culturales, y especialmente los sociales, que debieron enfrentar, trayéndonos a la memoria los hechos que hoy día, cientos de años más tarde, estamos volviendo a vivir. Los problemas de inmigración de aquellos años son los mismos a los que nos vemos enfrentados hoy día y, lo más curioso, es que las mismas preguntas que se hicieron en esos años, nos las hacemos hoy día y, en ambos casos, siguen sin ser respondidas.









Durante la visita se conocen las biografías de personas que vivieron esta experiencia, quienes relatan, a través de videos y de los objetos que han entregado al museo, sus experiencias de vida, sus sentimientos y, sobre todo, la gratitud por la oportunidad que el país al que llegaron les otorgó, Sin embargo, en ellos se siente también la nostalgia por la patria dejada atrás, junto a familiares y amigos a quienes nunca más volvieron a ver.

Al final del museo, se puede acceder a computadores que cuentan con una base de datos muy completa con los registros de los barcos que zarparon con inmigrantes desde Bremerhaven. Cuentan con la lista de pasajeros y sus destinos finales. En algunos casos, este registro cuenta con información de su descendencia lo que hace muy entretenido buscar a los ancestros y conocer un poco más de su historia. De hecho, Hugo encontró a uno de sus antepasados. ¡Bien por él!

Al salir del museo, caminamos hasta la estación central y viajamos nuevamente a Bremen. Después de descansar, bajamos a comer y los niños se están preparando para ver un partido de fútbol. No sabemos si lo van a conseguir, pero al menos, comida no les va a faltar, pues la encargada de cocina del hotel, le regaló a las niñas todos los restos de papas fritas y hamburguesas, ya que de lo contrario, debía botarlas.

 



Esperamos que no amanezcan enfermos del estómago. ¡Era mucha comida!

 

 

 

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