¡Estamos en Bremen!
Llegamos a Bremen, y ahora, nos estamos instalando en nuestras piezas. El hotel, hasta ahora, se ve bastante cómodo y ¡estamos ansiosos por ir a comer ya que todo el grupo tiene hambre!
El lugar es muy entretenido y los niños jugaron a ser espías durante un buen rato. El espionaje, que siempre ha existido, se trata desde sus inicios, en épocas muy antiguas, hasta la modernidad, abordando la recopilación de datos a través de las redes sociales.
El museo no solo es multimedia, con muchos videos, imágenes, etc., sino también interactivo. Esto permitió conocer historias de diferentes espías a lo largo del tiempo, así como también, los objetos que se han usado para recabar la información necesaria para los trabajos encomendados. Así, vimos cámaras y micrófonos ocultos en los más diversos objetos, como lápices, polveras o simples artículos del hogar. Observamos un paraguas capaz de matar a una persona de las más diversas maneras, desde un punzón, hasta veneno, contenido en una pequeña “burbuja” y listo para ser enterrado con algún otro objeto especial, al “objetivo seleccionado”.
Durante la exposición se va conociendo información sobre espías reales, que muchas veces terminaron asesinados o desaparecidos para siempre, y cuyas historias están llenas de misterio dejando a quienes visitan el museo con curiosidad por conocer un poco más. Los testimonios de testigos se presentan a través de videos, y las narraciones que ellos hacen son realmente impactantes y muy entretenidas.
Hay también una maqueta del “puente de los espías”, que en
realidad se llama Glieniker Brüke.
Es el puente de acceso a la ciudad de Postdam, muy cercana a
Berlín, que quedó dividido en dos, cuando se levantó el Muro transformándose así en el lugar preferido para hacer intercambio de espías durante la
Guerra Fría. De ahí viene su nombre. De seguro lo conocen ya que ha aparecido
en varias películas.
Y, hablando de películas, el museo dedica una parte importante al
cine de espionaje, en donde James Bond, el Agente 007, ¡acapara el principal
protagonismo!
Los niños aprovecharon de jugar a descifrar códigos, enviar
mensajes (en clave Morse), buscar micrófonos, usar tintas invisibles y esquivar
rayos láser atravesados por una habitación, entre muchas otras posibilidades. Todos pusimos nuestras
claves para determinar cuánto demoraría un espía en descifrarla y, nos
encontramos con que sólo bastarían unos segundos para algunas, en cambio otras,
¡resultaron ser absolutamente indescifrables, al menos en los próximos 800
años!
Después del Museo, aún quedaban un par de horas disponibles antes del tomar el tren a Bremen. Nos dispersamos rápidamente por la ciudad para hacer las últimas compras, comer o simplemente, pasear.
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